Las puertas sagradas de tu gran templo
se abrieron para dejar entrar
al jardinero del sol que vive

en el curso del rio de tu vida
cuyo caudal sabe a uvas de deseos
donde guardas alientos de locura
y sonrisas sedientas de placer
Allí vierto mi perpetuidad
en lo profundo de tu florido jardín de la vida
para amarte hasta que muera
en la diáfana extensión de los cielos
allá en la frontera de la breve eternidad